Entre los 40 y los 50 años se produce un antes y un después en el sistema hormonal de la mujer: la menopausia. Concretamente, según datos de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia, esta etapa se sitúa alrededor de los 51,4 años, con un espectro que va de los 48 a los 54 años, y la pasan el 90% de las mujeres.
Origen
El termino menopausia proviene del griego ‘mens’ que significa mensualmente y ‘pausi’ que significa cese, por lo que lo podemos definir como el fin o interrupción de la menstruación y, por tanto, de la etapa reproductiva de la mujer.
¿Por qué se produce?
Se trata de una etapa, propia del envejecimiento de cualquier mujer, en la que los ovarios dejan de producir óvulos, lo que conlleva que el cuerpo produzca menos estrógenos y progesterona (hormonas sexuales femeninas).
Este cambio puede provocar irritabilidad, sofocos, aumento de la sudoración y de peso, apatía o insomnio.
¿Cuáles son sus síntomas?
- Sofocos e insomnio: Según la AEEM, el 20% de las mujeres padece estos síntomas durante más de 5 años. Se trata de una repentina sensación de calor y ansiedad que va acompañada de un aumento de la sudoración y las palpitaciones. Por lo general, el insomnio está estrechamente ligado a los sofocos, por lo que tratarlos mejora sustancialmente la calidad de vida de la mujer.
- Irritabilidad y apatía: Los cambios en el estado de ánimo están provocados por la disminución de la energía, el aumento del cansancio o la ansiedad. Los estrógenos producen la sensación psicológica de bienestar, ya que intervienen en el Sistema Nervioso Central, por lo que la falta de estas hormonas es la principal causa de la irritabilidad y apatía.
- Incremento de grasa corporal: La menopausia se relaciona con cambios metabólicos que suelen conllevar un cambio de la figura corporal. A partir de los 50 años la grasa corporal es un 42%, según datos de la AEEM, por lo que en la mayoría de las mujeres se produce un aumento de peso durante esta etapa.
Tratamiento convencional:
El tratamiento para los síntomas de la menopausia dependen de la intensidad de los mismos y varía en función de cada persona. Lo más común es seguir un tratamiento con sustitutivos hormonales, en concreto de estrógenos femeninos.
En casos leves y moderados otra opción son las isoflavonas de soja. Este ingrediente natural se extrae del germen de la soja y se ha utilizado desde hace años gracias a su similitud estructural con los estrógenos.
La mejor manera de tomar isoflavonas es en forma de complementos alimenticios, así podemos asegurar una dosificación constante y de calidad en cada toma.
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